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  • Foto del escritorSerendipia G.C.

Las lineas que dividen hoy el mundo, se sacan a debate en la exposición Fronteras del mundo.

Hoy, día 11 de febrero, ha sido inaugurada en el Torreón Fortea de Zaragoza la exposición Fronteras del mundo, un proyecto expositivo que reflexiona sobre la idea, artificialmente construida, de lo que significa una frontera.



En ella, nos planteamos esta construcción política, nacida en la mente de las personas y llevada a cabo con nuestras manos, desde la raíz. A través de cinco proyectos artísticos, realizados por Maysun, Juan Valbuena, Óscar Rodriguez Vila, Rubén Martín de Lucas y Oier Gil, nos acercamos a los espacios transfronterizos, a las fronteras que miran hacia lo externo, pero también hacia aquellas que surgen internamente. Y es que, al fin y al cabo, como apuntaban Méndez y Merino, «las fronteras, aunque a veces coincidan con un dominio etnográfico o con un Estado nacional, son el fruto de las decisiones de los poderosos».


Cuando en 1989 el muro de la vergüenza cayó en Berlín, Europa parecía asomarse a un valle de libertad, de apertura, de espacio Schengen y de autonomía de movimiento, pero nada más lejos de la realidad. Ese año separaban el mundo 15 muros fronterizos; hoy, lo hacen más de 70.


Esas vallas, muros y fronteras, no son si no límites artificiales que se solapan a la tierra como una más de sus capas, separando el nosotros del ellos; reforzando el concepto de identidad y pertenencia. Pero, ¿Es lícito apropiarse de la tierra? Razonemos nuestra legitimidad sobre ella, sobre la tierra en su acepción más básica, escrita con minúsculas y compuesta por minerales, polvo y barro.


La palabra frontera es hostil, fría, pues ha pasado de ser una línea en el mapa a ser una herida. Se levantan como un elemento geopolítico con vida propia, como un icono dentro del imaginario colectivo que simboliza seguridad y protección, una protección contra lo desconocido, lo diferente, traduciéndose en un rechazo por la diversidad, pero también en un reclamo electoral.


Asomarse al abismo del muro es asomarse a dos mundos contrapuestos. Por un lado, levantar un muro fronterizo implica tensión, conflicto y fragmentación; sin embargo, una zona fronteriza también es lugar de cooperación y convergencia. Alambradas y defensa; sueños y fortuna. Dos extremos caminando juntos en unos cuantos metros.


Estas líneas arbitrarias -concebidas casi con escuadra y cartabón-, dividen hoy el mundo, otorgando derechos y quitándolos, dentro y fuera de esos muros. Sin embargo, hablamos de construir y de derribar muros, unos muros que en muchos casos son mares, desiertos y océanos. Estas barreras naturales son las que cargan, diariamente, con la pesadumbre de aquellos que pelean por vivir. Y es que imponer una violenta división en el mapa supone que los migrantes tomen rutas más y más peligrosas cada año, multiplicándose incesantemente las cifras de desaparecidos y fallecidos, haciendo aún más duro el drama migratorio.


Os esperamos.


Isabel Ortín y Miriam Vera.

Comisarias de la exposición.


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